Esta obra, tan típica y clásica en el repertorio de todo violonchelista del mundo, y de muchos valientes que, bien por versión, bien por atrevimiento, la lleva en su repertorio, va a ser el objeto de esta primera entrada:
El preludio de la primera suite puede parecer un estudio. Críticos y músicos del pasado querían identificar todas las suites. Su inicio con semicorcheas arpegiadas pueden dar lugar a pensar eso, pero al llegar al segundo pentagrama de la segunda página, al morir en ese re agudo, el carácter cambia a algo más dinámic, lo que nos lleva a un modelo conocido como «bariolage», que no es más que la liberación de la tensión que venimos acumulando durante toda la primera página, tan hierática y recta, tan cronometrada y recta, que nos hace ver que no es un simple
estudio.
A partir de aquí la obra crece en dinamismo, brillo, alegría, y celeridad (que habrá de ser controlada) de forma que al final se llega a un éxtasis de cambios de cuerda y un acorde muy amplio y brillante, con el que damos fin a este primer movimiento, tan bello como básico y tan solicitado.
Un movimiento peculiar en cuanto al estilo propio de Bach, esta Allemande, algo estridente y frenética, guarda, sin embargo, unas proporciones y una serenidad, como un guerrero certero, que en el fragor de la batalla tuviese su mente limpia, centrada, clara, y abstraída de todo pensamiento ajeno a su deber.
La Courante, un movimiento con igual celeridad que el anterior, es, sin embargo, muy contrario en cuanto a su carácter: es un movimiento reposado, elegante y frío en su incio, que se agita y anima hacia el final.
La Sarabande, el movimiento más calmo de todos, es casi un movimiento de comunión con el instrumento. Una libre interpretación lenta y pausada, para disfrutar de los acordes, del movimiento de las notas ligadas con el arco, los trinos, las notas blancas, que aprovecha magistralmente la sonoridad de las cuerdas al aire y las medias posiciones para hacer un movimiento muy íntimo que puede interpretarse como algo casi angelical o terriblemente triste.
El Minuetto I, puede parecer un movimiento ajeno a la obra, por su sencillez, ya que no tiene nada que ver ni en el carácter ni en la composición. Movimiento muy agradable para cualquier concierto de salón, es sencillo de interpretar, agradable de oír, que hace del músico casi un aparte de la sala. Este primer minueto y el segundo, como la giga, son movimientos estupendos para ambientar estos eventos.
El Minuetto II, un movimiento muy calmo también, que recuerda a la Sarabanda sumada a la melodía del primer minueto. Como ya he dicho arriba, un movimiento muy bonito y fácil de ejecutar que queda genial para ambientar.
La Giga, movimiento final, tiene un carácter festivo, y no es fácil de ejecutar, ya que hace del interpretante un desafío a la velocidad y el control del tiempo. Fabuloso para finalizar veladas. Es un movimiento largo, a pesar de ocupar tan poco espacio, ya que las repeticiones hacen de él algo muy entretenido para el músico y el oyente, que permite desquitarse un poco de tanto rigor con el tiempo y las ligaduras.
Muy bueno. :)
ResponderEliminarLos fagotes somos de los que robamos esta suite jejeje!! Interesante!!
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